Jaisalmer, una perla en el desierto

Como un espejismo en el Thar


Publicado 05-05-2020



Jaisalmer es una ciudad de gran belleza por donde el tiempo parece haber pasado muy lentamente. Majestuosos palacios de adobe y casas de comerciantes se alzan en sus calles desde el siglo XVI, cuando era un importante enclave comercial para las caravanas que circulaban entre Asia y Oriente Medio. Según la leyenda, Jaisalmer fue fundada por un descendiente del dios Krishna, la octava reencarnación de Vishnú. Sus doradas murallas y los estrechos callejones nos evocan a la fantasía de los cuentos orientales.

A lo lejos, Jaisalmer es como un castillo de arena, una pequeña elevación en el desierto del Thar. Una vez llegados, descubrimos una extraordinaria fortaleza rodeada de una muralla que adquiere un color dorado al atardecer. Tan aficionados a ponerles nombre de colores a las ciudades en el Rajastán, a Jaisalmer se le llama la Ciudad Dorada. Subiendo por empinadas calles y atravesando imponentes puertas, penetramos en la fortaleza donde nos esperan bellezas arquitectónicas y comerciantes deseosos de vendernos alguna cosa. Nada mas llegar a lo más alto del recinto, en una pequeña plaza, está el palacio Rajmahal, desde donde se organizaba la resistencia cuando la ciudad era asediada. Destacamos también los siete templos jainistas, cuya construcción está datada entre los siglos XII y XV. Paseando por sus estrechas calles, vamos encontrando Havelis, casas que construyeron los ricos comerciantes en su día, muchos ahora reconvertidos en hoteles, tiendas o casas particulares. Casi todos los restaurantes se sitúan en las terrazas de los edificios, ofreciendo unos románticos paisajes, especialmente para cenar con esos rojizos atardeceres.

La gente es sencilla y se aferra a las tradiciones. El colorido forma parte de ellas, tal vez para romper la monotonía del desierto o porque presagian buenos augurios,  colores llamativos como el rosa, el rojo o el amarillo se imponen en la vestimenta. Otro placer visual al pasear por las calles de Jaisalmer es la refinada y barroca orfebrería que decora palacios y mansiones. Cuando el viajero se cansa de las actividades meramente contemplativas tiene la oportunidad de hacer un safari en camello por el desierto, no faltan oferta para ello, en hoteles o por la calle. El área cercana a Jaisalmer no cuenta con dunas, parece más una zona árida que un verdadero desierto, lo que decepciona a algunos. El verdadero Thar lo encontramos a 45 quilómetros en las dunas de Khuri, un lugar ideal para contemplar un espectacular atardecer o para dormir bajo la luz de la luna y disfrutar del espectáculo de las estrellas. La excursión tiene otros alicientes como poder ver animales, antílopes, zorros, lagartos o serpientes, aunque muchas veces lo que luego más se recuerda es el contacto con la gente, nómadas que se van encontrando o en las aldeas que se van cruzando.



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