Gorée, infausto y romántico

La Isla de los Esclavos


Publicado 10-05-2020



Gorée, una isla tranquila, sin coches, con calles de fina arena y paredes adornadas por rosadas buganvillas. Todo invita a pasear, a tomar un refresco en las terrazas de los bares frente a la playa y a esperar la puesta de sol que configura un paisaje de lo más romántico. Desde la parte más alta, el Castel, se observa un bonito paisaje, el mar y al fondo, Dakar. El bullicio de la capital y los grandes edificios contrastan con la calma y la arquitectura colonial de Gorée. El sonido marino se ve interrumpido por los gritos de los niños que chapotean en la playa o por el barco que va y viene continuamente de Dakar.

El viaje a Gorée puede ser una escapada a unas horas de relax, pero también el viaje a un perverso pasado. Desde que un portugués puso su pié en la isla, a mediados del siglo XV, se convirtió en un lugar maldito, con ataques y asaltos para hacerse con su control. Pero fue un siglo más tarde cuando se comenzó el periodo más oscuro con el comercio de esclavos. Es la historia de un genocidio, humano y comercial. Gorée era el puerto de salida más importante de África Occidental del tráfico de personas hacia América. Los comerciantes europeos llevaban barcos de personas para venderlos o cambiarlos por otros productos, azúcar, oro, ron,...

La Casa de los Esclavos es el edificio más emblemático, pintado de un color salmón y con una escalera doble que sube en semicírculo. Por detrás, la Puerta del no retorno, una pequeña abertura sobre el mar, donde los esclavos más afortunados pasaban al barco y nunca regresarían a su tierra. Los menos afortunados, eran directamente presa de los tiburones. En Gorée encontramos también una mezquita, una iglesia y un museo, situado este en un fuerte que construyeron los franceses, un edificio circular que es lo más llamativo que se observa al llegar en barco a la isla. Una pequeña playa con coloridos cayucos de pesca aparcados en la arena completan los lugares de más interés.



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